Llegaron franciscanos y jesuitas con reformas, contrarreformas y la Santa Inquisición recién creada y lo desembarcaron todo -sólo quince años después- en el universo Hanan Pacha -espacio Mundo de arriba-, Kay Pacha - el Mundo de lo visible, de aquí- y Uku Pacha -el espacio de las profundidades-. Atrás dejaban las luchas por la pureza de la liturgia y los fantasmas reformistas. Evangelización era la consigna.
En Quito confluían todos en la explanada-mercado donde los franciscanos construyeran después San Francisco.
Sevilla era la puerta hacia las Américas y de allí llegó Jesús del Gran Poder, entre otros. Las liturgias barrocas y las recién creadas cofradías penitenciales sevillanas venían como anillo al clero. Los valores estéticos barrocos de exacerbación del dolor, el arrepentimiento y la culpa para los "evangelizables" y la glorificación del triunfo de la vida eterna otorgada por un único Dios, su hijo Jesús, cómo "general caido" enarbolando el Sacrificio y desde ahí emanando valentía y fuerza -fisica y literal en nuevas tierras-, para los evangelizadores.
El mestizaje de lo trascendente entre unos y otros no podía contenerse con rigideces de puerta para afuera, pero de puertas para dentro debía preservarse la pureza del culto y de los preceptos marcados por la contrarreforma europea. Así, las puertas de La Compañía abiertas, mantenían a los no bautizados fuera del templo pero integrados en la liturgia y las procesiones penitenciales en torno a imaginerías concretas se aseguraban de mantener la fé de los recién desembarcados y de incorporar nuevas conciencias.
Frente a La Compañía Frente a la Catedral
Dios dentro y diosito fuera -del templo. Fuera el morado y dentro el negro. Fuera el rostro tapado por vergüenza de la culpa y humildad de la penitencia. Dentro las Caudas negras que en cortejo fúnebre barren los pecados de la Humanidad. Fuera coronas de espinas, hombros exhaustos cargando cruces imposibles o cactus atados con cuerdas a la espalda de los penitentes, exudando la culpa con sangre. Dentro el clero tumbado, escenificando la muerte de Jesús o arrodillados sobre cojines de terciopelo al pie del altar. Fuera estampitas, fotos, niñitos, virgencitas e imaginerias chiquitas; dentro la "Lignum Crucis" de oro y piedras preciosas con incrustaciones de la verdadera cruz de Cristo, y también la gran bandera negra -símbolo del luto de todos- y roja -en representación del martirio y la sangre de Cristo.
El Diosito de las procesiones trajo de cabeza siempre a mandatarios de Iglesia y gobiernos que las prohibieron, encerraron, volvieron a sacar a la calle y modificaron recorridos y simulacros. Hubo un tiempo en que coexistían dos: la de los españoles y la indígena. Finalmente la procesión de Jesús del Gran Poder que se vive y exhibe hoy en día lo es sólo desde 1961.
El simulacro se ha hecho moderno y contemporáneo y por ello cierra la procesión del Gran Poder la última imaginería, el último paso, representante de la cofradía de la "Santa Gestión" cuyo cofrade mayor será el concejal de turno, que orgulloso rezará los logros de no haber tardado ni un segundo en limpiar y borrar cualquier atisbo de aquella algarabía. Un camión de basura recoge las pruebas de vida que no forman parte del espectáculo ofical y dejan sin regusto ni remanso de paz a las mentes o corazones alborotados por la vivencia de todo lo ocurrido. Recogen la basura que dejaron a su paso los que estuvieron esperando durante horas sentados en las aceras para ver a su Virgencita, Niñito o Diosito. El olor a incienso sin opción a desvanecerse es raptado por el humo negro de los tubos de escape del camión de la basura, y la mirada perdida intentando aún entender lo que se ha visto no tiene más opción que girarse bruscamente con claro desagrado ante la basura que echa el camión de la basura. Y la procesión se pierde entre el humo negro y un último salmo se oye con claridad desde el interior de una tiendita de souvenirs, profesado por una dependienta... -" y aquí no ha pasado nada!!!"-.
Pero sí ha pasado. Bajo el barniz de souvenir sigue latiendo vida y la verdad del gesto y la pregunrta de quien sigue al santo en procesión es la misma, atemporal, en Sevilla o Quito, dentro o fuera, y mira de frente a quien mira el espectáculo, despojado de ropajes y personajes, de capirotes y cirios. Y esa verdad espera a quien se acerca sin prejuicios por interés antropológico, estético, religioso o simplemente te sorprende paseando por despiste por las calles del centro de Quito un Viernes Santo.
Y después hay que dejar un hueco para probar la Fanesca, patrimonio también de Ecuador y barroca en sí misma. Es el plato típico de Semana Santa Quiteña. Doce granos lo componen, representación de los doce meses del año como vestigio de la celebración del Mushuc Nina o día del Fuego Nuevo de tradición Kichwa. Parece que el plato originario sobre el que se incorporaron ingredientes fue el llamado "uchucuta" que significa "granos tiernos cocidos con ají y hierbas". Del lado cristiano los doce granos también son representación de las doce tribus de Israel y de los doce apóstoles y el bacalao con que se acompaña, de origen por supuesto portugués, representación de Cristo. Y por último el ingrediente popular deja clara la presencia de las abuelas -como mujeres- cuyo espíritu es el encargado de mantener a las familias unidas entorno a la mesa y la Fanesca.
Si no tienes abuela, ni familia en Ecuador, si eres turista o residente, puedes disfrutar igualmente de la Fanesca, que cómo las abuelas en cada restaurante se prepara "el mejor", todos con su receta familiar, todos distintos. Al barroquismo del plato que rompe con la línea pura de la abstinencia de la cuaresma, le siguen efectos mundanos y pesadas digestiones por lo que recomiendo medias raciones, que son más que suficientes para llenar el estómago - además de los doce granos se acompaña de sambo, zapallo (calabaza para los españoles), huevo duro, empanada, queso fresco, plátano maduro...- y dejar huequito o huequecito para el arroz con leche de postre.
Semana Santa en Quito, breve pero intensa...si te dejas. Muy recomendable vivir la experiencia. Además de Quito, la Semana Santa ecuatoriana se celebra en muchas otras localidades con ritos muy interesantes. La verdad es que el valor antropológico de las festividades es inmenso y casi inabarcable aún viviendo aquí.
Nota: Para realizar este "post" me he documentado en relación al "Arrastre de Caudas", al que no asistí en persona, y la Fanesca, en el monográfico de la Revista "Ñan" dedicado a la Semana Santa en Quito. Una magnífica publicación que merece la pena leer estando en Ecuador o llevarse de recuerdo si el viaje es sólo de turista. Se edita en forma de monográficos. Además ahora puede encontrarse en grandes superficies y librerías.
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Cuánto tiempo sin leerte. Había perdido el acceso, y hoy lo he buscado en tu muro de facebook.
ResponderEliminarUna vez más, me has transportado a un mes de junio, en otro lugar que tú describes. Un beso enorme!!!!