Aterrizados en Quito, nos da la bienvenida el invierno Ecuatorial, que básicamente consiste en luchar con las inclemencias de tiempo, a la sazón, las cuatro estaciones en una misma jornada. Incluso en los mismos metros....quemaduras en el sol - perpendicular- y fresquito para pillarse resfrío a la sombra - 2.850 mtrs de altura-. El día transcurre en un baile sin fin de prendas superpuestas...quitar y poner. Me he comprado una capa enorme de agua que junto a la silla y las muletas son mi kit de supervivencia y el entretenimiento de los transeuntes nada acostumbrados a ver .....eso. Tan mona yo..!!!.
La ciudad es dura. La selva humana. Subida en los taxis entiendo las maniobras de las furgo de Madrid pilotadas por el paisanaje de acá. Es difícil pillar taxi. Si quieren paran y si no, no!!!. Junto con los conductores de autobús representan los dos sindicatos más fuertes del país. Una vez en el taxi, sus historias son apasionantes, verdaderos micro-relatos hablados con los ojos desde el retrovisor. Los ojos....los ojos.... aquí todo el mundo mira sin pudor y si mantienes la mirada a alguien más de 10 segundos la sonrisa aflora y te desarma. La ciudad es dura y la gente acogedora....muy acogedora y generosa.
Generosa es también la flora urbana. Las enredaderas cubren las paredes maltrechas por todas partes, elegantes las unas, supervivientes las otras, y las calles están llenas de puestos de flores rebosantes. Una de las actividades principales de Quito es el cultivo de flores para la exportación a todo el mundo, rivalizando con Holanda. La textura de las rosas de aquí es señorial, contundente, suave y firme.
La ciudad es intransitable en silla. Entre montañas la ciudad discurre longitudinalmente de norte a sur....sí...el sur la zona popular y el norte la zona "pelucona". Un mini San Francisco de pendientes imposibles que regalan perspectiva allá donde mires, siempre con el Pichincha y el Cotopaxi imponentes al fondo, ahora con sus cimas nevadas.
Nuestro departamento es un décimo situado en el cruce de dos calles principales, algo así como la Castellana. Sin doble ventana el ruido es continuo e intenso pero te acostumbras y acaba por no molestar. Cosa que nunca creí posible.
Yo por mi parte aún expectante acerca de lo que será mi día a día. Con los pies en el suelo nunca pensé que fuera fácil hacerse a una ciudad así, pero tengo mis planes, y estoy ilusionada. La percepción de la ciudad y de la vida aquí cambia cada día con cada experiencia, trámite, visita.....aún mi mente y mi ánimo están adaptándose.
Recuerdo el día de tu llegada... La lluvia fue terrible, debo reconocer ahora (que ya nos conocemos) que tuve miedo de quedarnos atascados en medio del camino yendo a casa. Pero no mentí en Quito llueve, pero ese día fue excepcional jajaja
ResponderEliminarSofía