Cotopaxi nos recibió tímido, oculto entre la niebla y la
lluvia. O quizás respetuoso y humilde con su hermana la Laguna Limpiopungo a
los pies de su también hermano el Rumiñahui. Sabe que la presencia omnipresente de
su halo nevado dirige todas las miradas hacia arriba y desde arriba, tras el
esfuerzo de corazones palpitantes y músculos debilitados, sin oxígeno, a los
pies de las paredes de hielo verticales, profundas, grita -“gírate, no soy yo,
sólo. Somos llanura, laguna, colina, nubes y sombras, matorrales, tierras polícromas,
Condor”-. Y todo ello para todos, con esfuerzo, para todos.
A partir de ese punto sólo unos pocos venidos de todas
partes se adentran en las grietas verdeazulaceas, blancogrisaceas, y conquistan
a golpe de piolet y grampones la cumbre del cráter, mirando hacia arriba y a
ratos hacia abajo. Dicen que el cráter guarda celoso la pasión del fuego de sus
entrañas. “Activo aún, helado por fuera y ardiente por dentro”. El Cotopaxi no
se anda con chiquitas, es un volcán explosivo, a diferencia del Tunguragua de
Baños, que es efusivo y libera tensión a poquitos….ya sabemos del equilibrio y
de la dureza. Tunguragua y Cotopaxi. Pacha Mama y su hijo el altiplano, el
superviviente, el que vive con las nubes y habla con los dioses a vuelo de
Condor.
| Foto de Encarnación Murillo |
-
- Super! Estoy feliz! Hoy me he propuesto
subirla al refugio. Es un día especial. Paré, paré!!! Mire, es un Condor..allí
arriba.
Sobrevolando la falda del Cotopaxi, a veces veíamos y otras
intuíamos el vuelo en círculos perfectos de un ave. Eran dos?…o no. Estaban.
Estábamos.
Subimos al coche y retomamos con Oscar los nombres quichuas
del día anterior. Coto – Paxi, -Cuello de Luna-, Rumiñahui –ojo de piedra-,
Pichahuaica –unión de dos quebradas-, Sincho-Lagua –cinturón de agua,
Chimborazo – trenzas de hielo -…..Y por supuesto Guamaní, el duende de las
montañas que te dejá ver lo que hay en tu corazón.·"Uno ve lo que quiere ver”-
decía Oscar. Así lo anoté yo en mi
cuaderno, con la intuición rascándome la piel… algo se me escapaba de todas
aquellas presencias.
-
¿Cómo te llamas Oscar?.Todos tus nombres- Preguntó Héctor
-
Oscar Oswaldo Chariguaman……-
-
- Y eso ¿que significa?
-
- “Poder del Aguila”
Hechas las fotos permitentes y las que no, tras paradas y
bajadas, ajustes de obturador y de ISO, llenamos el coche de ganas, asombro, expectación…ignaros aún de todo. Y así llegamos al aparcamiento.
LA SUBIDA
Ahora entendía lo que Oscar quería decir. Bajaron la silla,
me ataron unas cuerdas…aquí y allá. Miré el camino. Pensé "Ay, diosito!". Sentí
incertidumbre…miedo. No sabía si estaba tomando una decisión o no. Daniel
preparó todo lo necesario, para los niños, para mí…mientras Poder del águila miraba
sin perder la sonrisa; Encarni no se atrevía a decir nada, sólo aglutinaba a
los niños a su alrededor. Mirabamos. Todos mirábamos. Y hacíamos como si nada…cada
uno entendío lo que tenía que hacer. Giraron
la silla y empezó el crujir de la gravilla volcánica bajo sus suelas, bajo las
ruedas, bajo mi miedo…. y empezó el ascenso. Habíamos tomado una decisión. Estaba
confiando y no lo sabía.
En el primer escollo la silla decidió irse con la gravilla y
yo tuve la esperanza de abortar la misión. Pero ellos estaban decididos y
corrigieron silla y miedo. Retomamos el camino. A pocos metros conocí a Jorge.
Me lo encontré a mi lado tirando de la silla con Oscar. Ninguno le conocíamos. Me
puso su mano en el hombro, y tiro. Y ya no dejó de tirar. Daniel desde atrás corregía los derrapes de la silla,
a veces con las ruedas en el aire a pie de precipicio. Su esfuerzo era ímprobo.
Su respiración, su resuello traspasaban mi espalda, se unía a mi esfuerzo y
daban la cara juntos. La fuerza de mis brazos también era necesaria. Mis
milímetros completaban la fuerza total resultante que vencía los deslizamientos
continuos. Los latidos de los cuatro empujaban el metal de la silla que cobro
vida, también. Eramos cinco.
| Estas tres fotos son de Encarnación Murillo |
El miedo cayó con la gravilla en una de estas. La concentración y la fuerza dirigieron las emociones, que ni siquiera sé cuales fueron. De pronto comprendí que podía andar, y decidí hacerlo en los requiebres más empinados. El esfuerzo a término ahogaba las palabras, que por otra parte no hacían falta. Pero los músculos tenían fuerza y el clonus de la pierna que apareció con la altura se doblegó a la concentración. Oscar temía por mi corazón. Y yo me agobié por Jorge, por Daniel…
Encarni, los niños y la familia de Jorge se adelantaban a
nuestros pasos y desde ahí vigilaban y temían nuestros movimientos. En los
descansos Oscar daba indicaciones a todos. –“No os esforcéis demasiado. Guardad
fuerzas. Os sentís atontados?.Respirad así… No corráis. Arriba no hay premios.
Hay que subir con esfuerzo y bajar superbién. Bajar con lesiones no es. Héctor
no subas corriendo….Eva no quiero que te esfuerces tanto.”
| Estas fotos las hizo Daniel |
A 4.700 mtrs. casi en el refugio, nuestra meta, comenzó a nevar. Poder del águila decidió que debíamos bajar.. Jorge pudo volar con su familia. Y yo me sentí aliviada por ello. No hubo tiempo de fotos en la cima, ni de abrazos ni de lloros por el logro..la concentración lo podía todo. Con el suelo mojado la bajada con la silla se complicaría aún más.
Inmediatamente encontramos la técnica para bajar. De espaldas la silla. Daniel también de espaldas, Oscar frenando desde arriba con las cuerdas y yo escorando el peso del cuerpo, rozando con el suelo para compensar el peso en las curvas. Todo al unísono, como si lo hubiéramos hecho siempre. En nada estábamos abajo.
| Foto de Encarnación Murillo |
Y así fue como Encarni, Alma, Héctor, Daniel, Oscar, _Jorge, su familia, y yo formamos parte y habitamos el Cotopaxi, aquel día de diciembre entre las 10hr y las 14,00hr. Emoción, realidad, seres mitológicos y técnica. Todo a ritmo de hálito.
Me has hecho llorar...Ahora, aquí, en mi casa, frente al ordenador, con jet lag...con la sensación ya real de haberlo vivido, de haber formado parte de esa experiencia extraordinaria, en la que como muy bien has explicado uno no sabía del todo si estaba decidiendo algo o podía decidirlo, o si confiaba en lo que "el poder del águila" ya había decidido. Sólo sé que si tú subías la gravilla, y Daniel tenía fuerza para empujar, yo la subiría con vosotros y me ocuparía con mis cinco sentidos de que Alma y Héctor no se me escaparan de las manos. Al menos, allí, en el Cotopaxi, con humildad. Yo también me siento muy agradecida de haber podido compartir con vosotros esta experiencia de superación, que sólo me hace superarme a mí, cada día. Os quiero. Gracias.
ResponderEliminarEva eres digna de admiración, y con ello contagias a todos los que te rodean. Me encanta ver cómo estás disfrutando y aprovechando esas oportunidades, ¡¡fuera gravilla, fuera miedos, fuera silla !!! Fuera lo que fuera lo conseguisteis....me muero de envidia. Muchos abrazos y gracias por compartir la experiencia. Muaaacccc
ResponderEliminarQué pena no haber estado allí para ayudar! ¿Habéis visto esto?
ResponderEliminarhttp://www.culturademontania.com.ar/Noticias/subieron-hasta-en-silla-ruedas-quebrada-zonda-san-juan.html