detalle de mural - Museo Guayasamin

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con los cinco sentidos

jueves, 11 de diciembre de 2014

COTOPAXI II

Hoy pocas palabras y muchas imágenes.
Laguna de "Limpiopungo" que quiere decir Puertas de entrada al valle....En el Parque NAcional del Cotopaxi.







 Lo único obvio en esta planicie es el horizonte y la luz.
 La vegetación opuesta a la exhuberancia de las zonas más bajas. Delicada, pequeña pero también muy variada. Llama la atención el tamaño de los líquenes, del tamaño de la palma de la mano. El número aúreo está presente en mucho de lo micro.




Los estratos del suelo dejan evidencia de que el Cotopaxi es un tipo de volcán explosivo principalmente de piroclastos y ceniza. Sus erupciones son de tipo pliniano. No se ven grandes coladas de lava como por ejemplo en el Teide. 



Rumiñahui está frente al Cotopaxi. Al parecer era más alto que este, pero su crater se derrumbó en algún momento. Se llama así porque parece adivinarse en su contorno adusto de la cara de Rumiñahui, el hijo de Huyna Capac de origen "Quitu".


 Pero Poder del Aguila nos dijo que en realidad es un Condor con las alas desplegadas a punto de elevar el vuelo. Y yo no puedo dejar de verlo así.




Celebraciones. Toros en Lasso




lunes, 8 de diciembre de 2014

COTOPAXI. Primera parte


Cotopaxi nos recibió tímido, oculto entre la niebla y la lluvia. O quizás respetuoso y humilde con su hermana la Laguna Limpiopungo a los pies de su también hermano el Rumiñahui. Sabe que la presencia omnipresente de su halo nevado dirige todas las miradas hacia arriba y desde arriba, tras el esfuerzo de corazones palpitantes y músculos debilitados, sin oxígeno, a los pies de las paredes de hielo verticales, profundas, grita -“gírate, no soy yo, sólo. Somos llanura, laguna, colina, nubes y sombras, matorrales, tierras polícromas, Condor”-. Y todo ello para todos, con esfuerzo, para todos.

A partir de ese punto sólo unos pocos venidos de todas partes se adentran en las grietas verdeazulaceas, blancogrisaceas, y conquistan a golpe de piolet y grampones la cumbre del cráter, mirando hacia arriba y a ratos hacia abajo. Dicen que el cráter guarda celoso la pasión del fuego de sus entrañas. “Activo aún, helado por fuera y ardiente por dentro”. El Cotopaxi no se anda con chiquitas, es un volcán explosivo, a diferencia del Tunguragua de Baños, que es efusivo y libera tensión a poquitos….ya sabemos del equilibrio y de la dureza. Tunguragua y Cotopaxi. Pacha Mama y su hijo el altiplano, el superviviente, el que vive con las nubes y habla con los dioses a vuelo de Condor.

Foto de Encarnación Murillo
A la mañana siguiente Oscar se subió en el maletero del coche. Su todo terreno había pinchado y la rodada se le había comido las llantas, así es que dejó su bien más preciado en una vulcanizadora a la entrada del parque. Su bien más preciado porque se lo había regalado su abuelo, el que le hizo vivir y formar parte de lo que la universidad y su carrera de cinco años como Guia de Ecoturismo y Alta Montaña le había enseñado. Así es que conocimiento y sabiduría ancestral se acomodaron enredados con la silla de ruedas. Piel con metal, en secreto negociaron lo que sería la subida, sin compartirlo aún con nadie.
-          - ¿Qué tal Oscar?
-          - Super! Estoy feliz! Hoy me he propuesto subirla al refugio. Es un día especial. Paré, paré!!! Mire, es un Condor..allí arriba.
Sobrevolando la falda del Cotopaxi, a veces veíamos y otras intuíamos el vuelo en círculos perfectos de un ave. Eran dos?…o no. Estaban. Estábamos.
Subimos al coche y retomamos con Oscar los nombres quichuas del día anterior. Coto – Paxi, -Cuello de Luna-, Rumiñahui –ojo de piedra-, Pichahuaica –unión de dos quebradas-, Sincho-Lagua –cinturón de agua, Chimborazo – trenzas de hielo -…..Y por supuesto Guamaní, el duende de las montañas que te dejá ver lo que hay en tu corazón.·"Uno ve lo que quiere ver”- decía Oscar.  Así lo anoté yo en mi cuaderno, con la intuición rascándome la piel… algo se me escapaba de todas aquellas presencias.
-          ¿Cómo te llamas Oscar?.Todos tus nombres-  Preguntó Héctor
-          Oscar Oswaldo Chariguaman……-
-          - Y eso ¿que significa?
-          - “Poder del Aguila”
Hechas las fotos permitentes y las que no, tras paradas y bajadas, ajustes de obturador y de ISO, llenamos el coche de ganas, asombro, expectación…ignaros aún de todo. Y así llegamos al aparcamiento.

LA SUBIDA


Ahora entendía lo que Oscar quería decir. Bajaron la silla, me ataron unas cuerdas…aquí y allá. Miré el camino. Pensé "Ay, diosito!". Sentí incertidumbre…miedo. No sabía si estaba tomando una decisión o no. Daniel preparó todo lo necesario, para los niños, para mí…mientras Poder del águila miraba sin perder la sonrisa; Encarni no se atrevía a decir nada, sólo aglutinaba a los niños a su alrededor. Mirabamos. Todos mirábamos. Y hacíamos como si nada…cada uno entendío lo que tenía que hacer.  Giraron la silla y empezó el crujir de la gravilla volcánica bajo sus suelas, bajo las ruedas, bajo mi miedo…. y empezó el ascenso. Habíamos tomado una decisión. Estaba confiando y no lo sabía.
En el primer escollo la silla decidió irse con la gravilla y yo tuve la esperanza de abortar la misión. Pero ellos estaban decididos y corrigieron silla y miedo. Retomamos el camino. A pocos metros conocí a Jorge. Me lo encontré a mi lado tirando de la silla con Oscar. Ninguno le conocíamos. Me puso su mano en el hombro, y tiro. Y ya no dejó de tirar.  Daniel  desde atrás corregía los derrapes de la silla, a veces con las ruedas en el aire a pie de precipicio. Su esfuerzo era ímprobo. Su respiración, su resuello traspasaban mi espalda, se unía a mi esfuerzo y daban la cara juntos. La fuerza de mis brazos también era necesaria. Mis milímetros completaban la fuerza total resultante que vencía los deslizamientos continuos. Los latidos de los cuatro empujaban el metal de la silla que cobro vida, también. Eramos cinco.
Estas tres fotos son de Encarnación Murillo




El miedo cayó con la gravilla en una de estas. La concentración y la fuerza dirigieron las emociones, que ni siquiera sé cuales fueron. De pronto comprendí que podía andar, y decidí hacerlo en los requiebres más empinados. El esfuerzo a término ahogaba las palabras, que por otra parte no hacían falta. Pero los músculos tenían fuerza y el clonus de la pierna que apareció con la altura se doblegó a la concentración. Oscar temía por mi corazón. Y yo me agobié por Jorge, por Daniel…
Encarni, los niños y la familia de Jorge se adelantaban a nuestros pasos y desde ahí vigilaban y temían nuestros movimientos. En los descansos Oscar daba indicaciones a todos. –“No os esforcéis demasiado. Guardad fuerzas. Os sentís atontados?.Respirad así… No corráis. Arriba no hay premios. Hay que subir con esfuerzo y bajar superbién. Bajar con lesiones no es. Héctor no subas corriendo….Eva no quiero que te esfuerces tanto.”


Estas fotos las hizo Daniel
La técnica se depuró, los descansos se coordinaron a tempo y las negociaciones se resolvieron a golpe de ojos.
A 4.700 mtrs. casi en el refugio, nuestra meta, comenzó a nevar. Poder del águila decidió que debíamos bajar.. Jorge pudo volar con su familia. Y yo me sentí aliviada por ello.  No hubo tiempo de fotos en la cima, ni de abrazos ni de lloros por el logro..la concentración lo podía todo. Con el suelo mojado la bajada con la silla se complicaría aún más.




Inmediatamente encontramos la técnica para bajar. De espaldas la silla. Daniel también de espaldas, Oscar frenando desde arriba con las cuerdas y yo escorando el peso del cuerpo, rozando con el suelo para compensar el peso en las curvas. Todo al unísono, como si lo hubiéramos hecho siempre. En nada estábamos abajo.

Foto de Encarnación Murillo
Celebramos el logro con un abrazo pero aún no era capaz de sentir nada más que cansancio y un atisbo de satisfacción. Mis pulmones estaban expandidos y el corazón agradecido por haberlo hecho llegar al límite. Me sentía físicamente expandida, relajada, incipientemente feliz. Sólo pensé que había formado parte de aquel lugar en aquel momento, fuera de mi, junto con otros, al unísono. Fuimos meta, grava, esfuerzo, duda, logro…amalgamados, palpitantes.


Y así fue como Encarni, Alma, Héctor, Daniel, Oscar, _Jorge, su familia, y yo formamos parte y habitamos el Cotopaxi, aquel día de diciembre entre las 10hr y las 14,00hr. Emoción, realidad, seres mitológicos y técnica. Todo a ritmo de hálito.