Bajamos altura, unos mil quinientos metros, pero el cielo nos alcanza igualmente. Sobresale por las cimas e impone su manto gris blanquecino difuminando los perfiles. Se entrelaza como amante celoso, obsesivo con la vegetación. Cielo y tierra se tocan siempre en esta época del año, se aparean sin descanso y cubren con brumas cambiantes su intimidad. Sólo toman un respiro para que Tierra reponga energias con tapitas ricas de Sol.


De nuevo no hay quien pare en la carretera para disfrutar de perspectivas, asentar los sobresaltos de tanta novedad y entenderse como parte de ese ahí y ahora. Mis ojos entrenados escrutan entre la frondosidad tupida, -guardiana celosa de saberes ancestrales- cada flor, cada riachuelo, cada hoja, todo nuevo para mí, aún después de dos meses en tierras cálidas. Me desentiendo del stress de la conducción, de los adelantamiento acrobáticos y las miradas de los niños en las traseras de los coches o camiones. Sólo en un giro de 180 grados que nos saca de la principal, a pocos kilometros ya de Mindo, podemos parar, ver, escuchar. Dejo entonces la atención y me entrego a la respiración, inspiración.....inspiración a ojos cerrados. Luego el oido. Luego la piel. En el coche nos hemos olvidado los unos de los otros. Estamos en silencio y cada uno disfruta a su manera de su momento con lo de fuera. Todo ocurre sin más.


La carretera en Mindo acaba abruptamente en mitad de la calle principal. Un límite que habla en sí mismo del antes y lo que está por venir. Asfalto hasta allí y tierra a partir de aquí. Ya estás en Mindo, relájate, este es otro mundo. Mindo.
De nuevo no hay quien pare en la carretera para disfrutar de perspectivas, asentar los sobresaltos de tanta novedad y entenderse como parte de ese ahí y ahora. Mis ojos entrenados escrutan entre la frondosidad tupida, -guardiana celosa de saberes ancestrales- cada flor, cada riachuelo, cada hoja, todo nuevo para mí, aún después de dos meses en tierras cálidas. Me desentiendo del stress de la conducción, de los adelantamiento acrobáticos y las miradas de los niños en las traseras de los coches o camiones. Sólo en un giro de 180 grados que nos saca de la principal, a pocos kilometros ya de Mindo, podemos parar, ver, escuchar. Dejo entonces la atención y me entrego a la respiración, inspiración.....inspiración a ojos cerrados. Luego el oido. Luego la piel. En el coche nos hemos olvidado los unos de los otros. Estamos en silencio y cada uno disfruta a su manera de su momento con lo de fuera. Todo ocurre sin más.
La carretera en Mindo acaba abruptamente en mitad de la calle principal. Un límite que habla en sí mismo del antes y lo que está por venir. Asfalto hasta allí y tierra a partir de aquí. Ya estás en Mindo, relájate, este es otro mundo. Mindo.
Nada está adaptado. Ni siquiera la silla hace sus funciones. El terreno hace resbalar las ruedas de la silla, así es que hay que tirar de muletas.
Al llegar a las cabañas nos reciben Leo y Lola. Leo a pie de coche con una gran sonrisa y Lola subida a un árbol de Guayaba, desplegando sus alas de color rojo intenso y azul cobalto, su cabeza amarilla y su ojo bien perfilado. Nos habla, pero no entiendo nada.
Cabaña....hamaca...flores...pájaros...piscina....barbacoa en la noche hecha por nosotros mismos y una buena, magnífica compañía, la de nuestros nuevos amigos, con los que viajamos este fin de semana.
A las cinco de la mañana reunión asamblearia de todas las aves. Hay que coordinar el día, decidir de donde picar, aprovechar los primeros rayos de Sol y dar las coordenadas para la supervivencia del día...digo yo. La algarabía te saca del sueño a poquitos pero cuando tomas plena conciencia del rayo de Sol matutino no puedes creer estar tumbado en primera fila del concierto. El Gallo criollo es el solista, y mis conocimientos no dan para discernir ninguno más, pero cada canto se superpone y se deja oir en oleadas, tomando y retomando protagonismo por tempos. Molesta, maravilla, tranquiliza y exaspera todo a la vez...un jugo de primera mañana entre dulce y ácido. A las siete, la asamblea se disuelve y ya sólo se oyen los cantos por familias...retomas el sueño en la hamaca hasta la hora del desayuno. El desayuno en el local de las alemanas, pan de centeno con ralladura de zanahoria, huevos criollos, queso, café y lo que quieras....ahora la música es otra, rancheras mexicanas desde el otro lado de la calle, desde el otro lado del barro.
Se come bien en Mindo. Locales y foráneos que como Héctor, descubrieron que querían vivir allí nada más llegar, y no me extraña. Así es que las calles están salpicadas de locales con encanto y buena comida, se nota el mimo y el ambiente connota estilos de vida alternativos que creen que otra vida es posible. Además de los locales de comida hay numerosas empresas para hacer deportes de río, senderismo...Es estupendo para disfrutar con niños.
Las horas transcurren en un dejarse llevar. Decidimos ir al mariposario. No hacen falta instalaciones especiales, tan solo acotar con vallas lo que existe. En realidad es un centro de recuperación y reproducción. Al alcance de la vista, todo el proceso que la frondosidad que serpenteamos escondía. Gusanos gigantes en el envés de las hojas se repliegan en capullos caprichosos, se metamorfosean y nacen, cuelgan durante tres o cuatro días para secar sus alas y al fin volar. Si te untas el dedo con plátano maduro acuden a comer de tu mano desplegando su lengua. Y tomas fotos...muchas fotos.
Los colibrís también acuden domesticados al agua azucarada que cuelga en envases de los árboles en el pueblo o en el mariposario. Es inútil fotografiarlos, en su baile burlón reivindican su espacio salvaje,- no fotos!, no me pillas....Su ligereza y su simbolismo lleva a engaño. Cuando los observas desde la hamaca, sin prisa, sin querer, les descubres aguijoneando a las ardillas que se posan en sus ramas durante minutos, intrépidos y sagaces, valientes y territoriales. Juguetones, seductores....no hay como verlos desaparecer dentro de las campanellas gigantes o picar de las orquideas. ...El rabillo del ojo ya se acostumbró a intuirlos.
Mindo es otro paraiso más de Ecuador. Para los inquietos muchas cosas que hacer pero si me preguntas.... en Mindo no hacer nada, sólo dejarse...camuflarse, metamorfosearse, dejar secar las alas.