detalle de mural - Museo Guayasamin

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con los cinco sentidos

miércoles, 26 de noviembre de 2014

MINDO


                         


Desde el altiplano nos dejamos caer, esta vez, hacia el Pacífico.  Pasas el monumento de la Mitad del Mundo, dejas el Pululahua y comienzas a serpentear. A cada curva hacen su aparición nuevos árboles, más altos, de troncos finos y copas expandidas que buscan vocanadas de oxígeno y librarse de las lianas y enredaderas que les acosan, se les suben encima, seduciendo con sus vistosas flores, no soportan el verde, necesitan dar sus brochazos anaranjados, rosas, lilas y romper el manto monocolor del bosque humedo tropical....húmedo. Los helechos cuelgan de las paredes y se te echan encima, también. Otros crecen como árboles y las esporas en el envés dibujan al trasluz hileras ordenadas, batallones encapsulados de vida .... ese es el mandato, sin duda, florecer, brotar....crecer, superponerse.


Bajamos altura, unos mil quinientos metros, pero el cielo nos alcanza igualmente. Sobresale por las cimas e impone su manto gris blanquecino difuminando los perfiles. Se entrelaza como amante celoso, obsesivo  con la vegetación. Cielo y tierra se tocan siempre en esta época del año, se aparean sin descanso y cubren con brumas cambiantes su intimidad. Sólo toman un respiro para que Tierra reponga energias con tapitas ricas de Sol.


De nuevo no hay quien pare en la carretera para disfrutar de perspectivas, asentar los sobresaltos de tanta novedad y entenderse como parte de ese ahí y ahora. Mis ojos entrenados escrutan entre la frondosidad tupida, -guardiana celosa de saberes ancestrales- cada flor, cada riachuelo, cada hoja, todo nuevo para mí, aún después de dos meses en tierras cálidas. Me desentiendo del stress de la conducción, de los adelantamiento acrobáticos y las miradas de los niños en las traseras de los coches o camiones. Sólo en un giro de 180 grados que nos saca de la principal, a pocos kilometros ya de Mindo, podemos parar, ver, escuchar. Dejo entonces la atención y me entrego a la respiración, inspiración.....inspiración a ojos cerrados. Luego el oido. Luego la piel. En el coche nos hemos olvidado los unos de los otros. Estamos en silencio y cada uno disfruta a su manera de su momento con lo de fuera. Todo ocurre sin más.

La carretera en Mindo acaba abruptamente en mitad de la calle principal. Un límite que habla en sí mismo del antes y lo que está por venir. Asfalto hasta allí y tierra a partir de aquí. Ya estás en Mindo, relájate, este es otro mundo. Mindo.

Nada está adaptado. Ni siquiera la silla hace sus funciones. El terreno hace resbalar las ruedas de la silla, así es que hay que tirar de muletas.

Al llegar a las cabañas nos reciben Leo y Lola. Leo a pie de coche con una gran sonrisa y Lola subida a un árbol de Guayaba, desplegando sus alas de color rojo intenso y azul cobalto, su cabeza amarilla y su ojo bien perfilado. Nos habla, pero no entiendo nada.

Cabaña....hamaca...flores...pájaros...piscina....barbacoa en la noche hecha por nosotros mismos y una buena, magnífica compañía, la de nuestros nuevos amigos, con los que viajamos este fin de semana.






A las cinco de la mañana reunión asamblearia de todas las aves. Hay que coordinar el día, decidir de donde picar, aprovechar los primeros rayos de Sol y dar las coordenadas para la supervivencia del día...digo yo. La algarabía te saca del sueño a poquitos pero cuando tomas plena conciencia del rayo de Sol matutino no puedes creer estar tumbado en primera fila del concierto. El Gallo criollo es el solista, y mis conocimientos no dan para discernir ninguno más, pero cada canto se superpone y se deja oir en oleadas, tomando y retomando protagonismo por tempos. Molesta, maravilla, tranquiliza y exaspera todo a la vez...un jugo de primera mañana entre dulce y ácido. A las siete, la asamblea se disuelve y ya sólo se oyen los cantos por familias...retomas el sueño en la hamaca hasta la hora del desayuno. El desayuno en el local de las alemanas, pan de centeno con ralladura de zanahoria, huevos criollos, queso, café y lo que quieras....ahora la música es otra, rancheras mexicanas desde el otro lado de la calle, desde el otro lado del barro.

Se come bien en Mindo. Locales y foráneos que como Héctor, descubrieron que querían vivir allí nada más llegar, y no me extraña. Así es que las calles están salpicadas de locales con encanto y buena comida, se nota el mimo y el ambiente connota estilos de vida alternativos que creen que otra vida es posible. Además de los locales de comida hay numerosas empresas para hacer deportes de río, senderismo...Es estupendo para disfrutar con niños.








Las horas  transcurren en un dejarse llevar. Decidimos ir al mariposario. No hacen falta instalaciones especiales, tan solo acotar con vallas lo que existe. En realidad es un centro de recuperación y reproducción. Al alcance de la vista, todo el proceso que la frondosidad que serpenteamos escondía. Gusanos gigantes en el envés de las hojas se repliegan en capullos caprichosos, se metamorfosean y nacen, cuelgan durante tres o cuatro días para secar sus alas y al fin volar. Si te untas el dedo con plátano maduro acuden a comer de tu mano desplegando su lengua. Y tomas fotos...muchas fotos.
Los colibrís también acuden domesticados al agua azucarada  que cuelga en envases de los árboles en el pueblo o en el mariposario. Es inútil fotografiarlos, en su baile burlón reivindican su espacio salvaje,- no fotos!, no me pillas....Su ligereza y su simbolismo lleva a engaño. Cuando los observas desde la hamaca, sin prisa, sin querer, les descubres aguijoneando a las ardillas que se posan en sus ramas durante minutos, intrépidos y sagaces, valientes y territoriales. Juguetones, seductores....no hay como verlos desaparecer dentro de las campanellas gigantes o picar de las orquideas. ...El rabillo del ojo ya se acostumbró a intuirlos.









Mindo es otro paraiso más de Ecuador. Para los inquietos muchas cosas que hacer pero si me preguntas.... en Mindo no hacer nada, sólo dejarse...camuflarse, metamorfosearse, dejar secar las alas.


                     














































jueves, 6 de noviembre de 2014

Viaje a Baños de Aguas Santas provincia de Tungurahua

El viaje puede regalarte la primera vez de tantas cosas!! Se me acumulan en el cajón .

Volver a pasar por la Panamericana de camino a Baños fue algo muy distinto en este viaje. Todavía no he podido poner en palabras lo que supuso para mí ese primer encuentro con la pobreza y esas condiciones de vida, tan diferentes a las que jamás haya tenido que enfrentarme en mi vida. Y ahora, ya no puedo pensar esa primera vez. Se me ha ido entre las manos. Sólo me queda el recuerdo de la ira que pasó a ser tristeza. En este viaje nos acompañó el buen tiempo, el sol lucía a ratos y todo se apareció diferente, más cotidiano.

Baños es la frontera entre dos ecosistemas muy distintos. El altiplano y el oriente o zona selvática, en la que nacen varios afluentes del Amazonas, e incluso, dicen, el Amazonas mismo, “si no fuera por los peruanos…”. Me produce cierto rubor reconocerme primeriza en ello, pero nunca se habían humedecido los poros de mi piel por la aspersión natural continua, ni visto orquídeas en la cuneta de la carretera, o matas de lilliums de metro y medio, creciendo tras un neumático -anunciante de “vulcanizadoras”-, helechos como palmeras, enredaderas de flores vivaces invadiéndolo todo, o aguacates caidos del arbol encima del capó del coche.... más allá de un zoológico o un botánico. Reconocer las plantas de siempre, raquíticas, en macetas…exuberantes y de proporciones descomunales, en su hábitat, arrancaba en mí, en serie de a tres y secuencia de dos por cuarto un “mira!, mira!, mira….!” reiterativo que descorchaba, a su vez, las carcajadas de Héctor y Alma. …y me sobrevino la sensación inmediata de que tener plantas de este clima en una maceta, en Madrid, me provocaría a partir de entonces la misma sensación que tener pájaros en jaulas, las vería siempre limitadas fuera de su hábitat, fuera de contexto...tan contundente!


Respecto a los animales…confundir el grito de un pavo real con un gato o extasiarse con el croar de cada rana, con cadencias, tonos y acordes diferentes cada uno….abrir los ojos después de un sorrosco en la hamaca de la piscina cubierta, y descubrir el alboroto de microseres, yendo y viniendo a lo largo de la hoja inmensa con la que estaba rozando mi brazo…y pensar, aún medio dormida que estás viendo cosas…y una vez despierta intuir por el rabillo del ojo a un pájaro diminuto que se ha escondido en la frondosidad y al fijar la mirada descubrir su pico punzante, un colibrí.
Mirándote, siempre imponente, la presencia constante del volcán Tungurahua, activo de nuevo desde hace 12 años. La fuerza de su entraña se libera en termas de aguas calientes saturadas de minerales que lo curan todo. Y alrededor de ellas están organizados balnearios y baños que además de las actividades agrícolas, hacen de Baños una localidad muy turística y con otros aires. A veces las termas se quedan pequeñas y el cráter libera tensiones internas.

 Tensiones internas…Nada está adaptado en Baños. Se hace imprescindible el acompañamiento, y a estas alturas empiezo a comprender que debo abandonar transitoriamente la idea de independencia si no quiero darme de bruces con la realidad y perderme en la reivindicación constante, con el coste de filtrar todo lo que veo desde la frustración. Así es que me dejo llevar, literalmente, y ubicada en la trona de la dependencia dejo que el sistema resuelva orgánicamente mi circunstancia. Así aparecen rampas imposibles que otros me suben o personal siempre predispuesto a ayudarme y llevarme…llevarme donde desee.

Y en esa trona, esperando a que ellos lleguen de hacer rafting, puenting, …..ing,…ing, se me abre la cercanía de la dueña del hotel, que conversa conmigo durante horas y me invita a compartir almuerzo con sus familiares y amigos, y de postre saboreo historias a corazón abierto y risa floja. Y ya todo es diferente e igual en todas partes. Y por un instante te han regalado ser de ahí.

Mi paisaje siempre ha sido el desierto. Allí me reconozco. Y en ocasiones el bosque templado. -la laurisilva canaria, los pinares del Guadarrama, las dehesas, los hayedos, los bosques de alta montaña de Los Pirineos-. Sin embargo, no me “provoca” conocer la selva. Despierta en mí una sensación preexistente hace tiempo de ahogo, de ebullición, que me altera. Baños es un jardín tropical amable, pero salvaje, que ha dejado atrás la dureza extrema de las alturas y te adentra, suave, en la selva. Y en ese lugar de tránsito, reconocí, como europea, el misterio del bosque y del agua rebosante, del fuego latente bajo mis pies y de las nubes a nivel de ensoñación. Baños tiene una naturaleza elegante, contenida pero generosa. Es una madre que media entre dos hijos difíciles, el eterno superviviente y el desbocado, con la serenidad y la sabiduría del término medio, de lo fértil, lo acogedor…”tierra-madre”. 

"Las delicias de  Mama  Zoila"...."m m m m m m m "
Vista de "Baños" desde el  "Café del cielo"


No hay donde pararse en la carretera así es que todas las fotos están tomadas desde el coche, en la carretera hacia Puyo



...subiendo al "café del cielo"






El Tungurahua, decidió liberar tensión cuando ya nos íbamos


El río Pastaza, antiguo ría Sumatara



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